El pintor miró la paleta de colores y se dispuso a plasmar la maravilla de aquel amanecer. Quería plasmar la luz para hacerla prisionera de su arte...
Entre el pintor y el pincel existía una gran complicidad y así fue como los dos se negaron atrapar el resplandor de aquella luz que nacía y se ensanchaba...
Y fue en este instante cuando el hombre-pintor presintió que otra luz entraba en su mente...Esa luz era nada menos que: la inspiración...
La inspiración a veces surge por oleadas y otras, de puntillas...
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