Cuando el ser humano duerme, se aquietan las luchas del día a día y las mareas interiores se sosiegan. El ser humano dormido es cómo un bulto uniforme, casi irreconocible, cuando en realidad el hombre en pie da su verdadera talla humana pero siempre si es verdaderamente humano.
El despertar ya es otra cosa y varia en cada persona y nos da verdaderas sorpresas inesperadas. En el momento que abrimos los ojos entramos en una fase compleja y delicada y aunque despertar nos sugiere el encuentro con la luz, hemos de recordarnos, que venimos de los hombres de las cavernas y en algo nos tenemos que parecer.
Después de la oscuridad y de habernos pasado la noches en distintos decorados y paisajes, el mundo real nos impacta, aunque salgamos de la cama a cien por hora. Sin darnos cuenta pasamos por un pequeño apagón o sea: no las tenemos todas con nosotros y he aquí; el mal humor o el demasiado buen humor, es sin duda un apagón en toda regla. Poco después ya seremos nosotros mismos, los minutos solucionan el despertar y nuestras luces personales ya están preparadas para ser usadas...
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