De vuelta de los caminos de la vida, siempre volvemos rotos y cansados y lo que más queremos es, dejarnos caer y no ser. Dejar atrás las horas, estar a solas para intentar recomponernos. A veces no es el cansancio sino la indiferencia, que nadie comprende ni ve.
En nuestro camino, el silencio se hace denso y es fácil sentir frío cuando nuestro camino está vacío.
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