El mar estaba tranquilo, pero la intranquilidad hacia rato que nos hacía cambiar de lugar y todo porque, buscábamos al silencio para pensar, cuando el pensamiento no tenía ni idea en lo que pensar y fue así como nos pusimos andar sin ver el final de aquella larga playa.
Cuando anocheció y no vimos nada, el mar seguía en su sitio con una tranquilidad, que nos intranquilizaba. La ironía estaba servida porque ahora lo que más deseábamos era; encontrar un ser humano con quien hablar y entonces fue cuando el pensamiento nos dio la idea de volver a ese mar tranquilo, cuyas olas no dejan nunca de hablar.
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