Es de madrugada y nos despierta el llanto de nuestro hijo, inconscientemente nos decimos, que necesitamos descansar...
Tanto los niños como los adultos pasamos por episodios de miedo e incluso los sueños son para los niños lo que les dan más intranquilidad y también nosotros podemos sentirnos igual que ellos. Esta es una ocasión para compararnos con nuestro hijo que es: cuando él no puede dormir y nosotros tampoco dormimos. La insensibilidad no educará a la criatura, solo la ternura lo podrá calmar. Hay que levantarse y compartir con amor la misma cama, una experiencia muy positiva porque: alma con alma se recupera la calma. Aunque los educadores digan lo contrario, hemos de usar la extrema sencillez y hacer precisamente lo que no nos enseñaron, pero que da resultado.
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