Por no ser luz no es amada, por no ser oscuridad no la tememos y no la vemos. Ella es: la rutina. No es un virus, por eso nadie la estudia, ni se buscan remedios para combatirla y es una fuerza, que nos deja sin fuerzas. Es el roedor más peligroso del matrimonio y se hace presente en las oficinas, en las tareas maternales y en los grupos, donde la monotonía lleva al camino del aburrimiento. Por ella los humanos pierden el entusiasmo y no tarda en aparecer la apatía. Nada es frío ni caliente y sin darnos cuenta estamos atrapados en sus redes, no precisamente en las redes sociales, porque la rutina es por lo general un poco egoísta, no nos deja ver: la novedad.
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