A veces nos encontramos con desconocidos, que en realidad eran nuestros amigos. La vida nos cambia tanto como para no ser los mismos. La vida desgasta y nos gasta la broma de hacernos distintos en muchos sentidos y así como no los reconocemos, no nos reconocen. Lo más sorprendente es no reconocer a nuestros hijos cuando han crecido.
Lo que nos cambia son: las circunstancias, el modo de pensar y actuar y no usar lo que tenemos de personal. A medida nos anulamos, adoptamos ideas prestadas y como continuamente estamos conectados con vidas diferentes, cambiamos y esos cambios también están en la mente. Desconectarse es el mejor modo de conservarnos.
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