Después de mucho buscar había encontrado un trabajo muy bien pagado...
Tendría que permanecer de pie e inmóvil durante horas, porque su trabajo iba a ser el de un dios...
El dios en cuestión era un dios muy venerado...
Desde que había empezado a ser dios había descubierto que, los hombres tienen muchas necesidades...Tras su máscara de pedrería, sus ojos iban a cien por hora, contemplando infinidad de rostros descocidos...
Las horas de inmovilidad eran interminables, sin embargo lo peor era que, a pesar de ser un dios no podía satisfacer las necesidades de los hombres...
Nosotros somos como pequeños dioses, con mascara incluida...
Nuestros ojos ven, nuestros oídos oyen y ahí estamos, impasibles...
Los acontecimientos pasan ante nosotros como una película y así seguimos, tras la rígida mascara de la indolencia...
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