Aquellos árboles tenían su misma edad y por una extraña razón les había puesto un nombre a cada uno...
Ellos eran como los hermanos que nunca tuvo, eran como los amigos que siempre quiso tener...
Nuestra alameda particular se halla seguramente en la imaginación o quizás se halle al otro lado de nuestro hogar...Nos basta cerrar los ojos para poder contemplarla en todo su esplendor y aunque jamás se nos ocurra poner un nombre a cada árbol estoy segura que ellos (los árboles) se saben el nuestro de memoria.
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