A lo lejos, las ruinas de un castillo, nos invitaban llegar a él...
Los viejos muros nos recibieron mostrándonos el paso de los años y esa decadencia, que siempre es fiel no sólo para los castillos abandonados, sino también para muchos humanos...
Entramos en las ruinas, sabiendo que el sueño del abandono era el único habitante del castillo...
Los ojos del hombre, están poco acostumbrados a la oscuridad, pero a veces somos los afortunados de encontrar tesoros, no sólo entre las ruinas sino en las oscuridades de la vida...
Los muros de ese castillo no eran diferentes de otros, pero descubrimos algo extraordinario: un violín silencioso, abandonado con las prisas de una huida...
Lo acariciamos con un cuidado amoroso y fue entonces cuando las ruinas y las oscuridades cobraron vida. El violín cantaba y su voz flotaba en las lejanías...
Todos podemos ser ese violín en algún momento de la vida, pero también somos los creadores de milagros. El milagro de la caricia, la sonrisa...