En la catedral del alma hay que andar a paso lento. En la catedral del alma no hay ladrillos ni cemento y por la gran puerta jamás entra ningún viento. La penumbra siempre evoca olvidados sentimientos. En la catedral del alma los bancos están desiertos, sólo la música derrama, las notas del alma humana. Una extraña claridad anula la oscuridad de todos los sufrimientos.
En el alma todo es discreto y el ser humano siente ser un profundo pozo de pesares y de gozo. En la catedral del alma, nadie ha podido entrar, solo la música de nuestra alma llena el altar y se desvanece todo el miedo, toda ansia y temor y en nuestro altar hoy sufrimos, sin saber porqué vivimos. En la catedral del alma ningún viento puede entrar . Sólo la paz y la calma van llenando el vacío y el hastío y se van curando las heridas, que hemos recibido.
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