En esa macrofiesta todo está planificado, pero...
Nada más entrar ya vemos, que los bocadillos vuelan y uno piensa, que está en un lugar equivocado. La música no es la nuestra y ni siquiera sabemos si es de los demás. La única palabra que decimos no la oímos ni nosotros ni los otros y hasta nos da un calambre cuando intentamos bailar. En voz baja nos decimos: es natural, cuando en realidad esperamos a que alguien venga a rescatarnos de la inmovilidad. Queremos huir, sin saber dónde está la salida y si a esto añadimos, que no hemos hablado, comido y bailado y no hemos hecho amigos, mejor diluirnos sin despedirnos.
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