No somos una barca varada en medio de la nada. Lo nuestro es más bien cruzar a nado el extenso mar de nuestro interior y ese mar, que siempre está en continuo movimiento nos puede hacer pensar, que está lejano el puerto. Sin embargo, lo llevamos en nosotros desde que nacimos y el faro de nuestro puerto siempre ha estado encendido. A lo largo de la vida hemos cruzado mil mares, donde hemos aprendido, que las tormentas tenían sentido. En soledad hemos cruzado la inmensidad de los océanos sin darnos cuenta, que eramos puerto y eramos faro...
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