La alameda con su silencio hizo cambiar nuestra vida. Sus ramas estremecidas aleteaban al viento, anulando las dudas del pensamiento. Lo de menos era el frío, solo el silencio iba ganando espacio en nuestro espacio. Un verdadero portento, si se tiene en cuenta, que no estamos hechos para los silencios...
La alameda no pregunta, solo escucha y sabe anular los conflictos, que llevamos dentro...
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