Salimos a la calle de puntillas, solo para contemplar a nuestro coche sabiendo que él ni nos mira. Volvemos sobre los pasos mirando si alguien nos mira, nos metemos de nuevo en la cama y ya sabemos lo que nos espera: el pensamiento del amanecer, que haga sol o llueva iremos a trabajar. Eso si nos queda fuerza para levantarnos...
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