No es que estemos metidos en las dudas de nuestro personal océano y si nos adentramos en él, pocas veces nadamos y todo por estar seducidos por las mareas de los cambios y ya se sabe; dónde va la gente va uno.
A veces nos vamos tras el rebaño de la multitud y si saber nadar nos metemos de cabeza al mar, que en realidad no es mar, sino un espejismo, dónde las preguntas sin respuesta es lo más natural, cuando en realidad todo es: artificial. El ser podría ser, pero al dudar aún le queda mucho por andar y eso de estar seguros no da seguridad, si nos negamos a ser y estar.
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