De tanto pensar, se ha perdido el saber actuar. Ya sabemos que al pensamiento le gusta volar, es muy inquieto. Si a esto añadimos, que la comodidad nos evita profundizar y por mucho que pensemos en llegar a la cima a veces conviene descender a nuestra profundidad. No es subir sino bajar para descubrir el esfuerzo que supone escalar los problemas de la vida real.
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