Buscó con la mirada la arboleda de su infancia...
Él, volvía con un diploma bajo el brazo, después de años de ausencia...
Conocía a cada árbol por su nombre y los llamó, pero sólo el silencio respondió. La arboleda ya no estaba al fondo de la ladera y en su lugar la cinta estática de una autopista serpenteaba...
Su diploma dejó de tener sentido porque había perdido a sus mejores amigos: los árboles...
No lejos de allí en un viejo almacén, los árboles mutilados duermen el sueño del abandono, esperando al niño aquel.
Ahora es el hombre, que al encontrarlos y ver aquellos maderos resecos, se arrodilla y los llama por su nombre...
Dice la historia, que los árboles reverdecieron y florecieron...
Y el hombre lloró...
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