Sobre una roca desnuda nos hemos acomodado...
Desde ahí, el paisaje fascinante de la noche es el preámbulo de un castillo de fuegos artificiales...
Mi nieta pequeña y yo estamos esperando, abrazadas en este pequeño rectángulo de la desnudez de la roca. Pero de comodidad, nada de nada, esa roca consistente es casi hiriente y sin embargo, nos reímos mirando al mundo a nuestros pies...
Faltan todavía diez minutos para poder ver el centelleante espectáculo de esta fiesta de colores...
La niña (mi nieta) me dice por lo bajo: ¿ jugamos? No sé como se le ocurre esa proposición, cuando apenas podemos mover las manos. Esta roca no es capaz de consentir movimientos humanos, lo único que permite es: abrazarnos y abrasarnos en el calor del verano...
Cuando miles de luces comienzan a flotar en el espacio, quedamos en silencio, más para soñar, que para mirar...
Solo al llegar a casa me doy cuenta, de los arañazos que mi cuerpo ostenta y pienso, que son señales de felicidad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario