Cómo todo podía esperar, no había razón para sentir impaciencia...
Ni siquiera la brisa tenía ansiedad de rozar las ramas florecidas de los árboles...
Todo permanecía en su lugar, sólo yo fui capaz de cambiar una y mil veces de postura...
Ante lo inamovible del paisaje me sentí como una intrusa...
Un fuerte soplo de viento hizo que mi inmovilidad se convirtiera en una huida...
Penetré en el hogar, donde las cosas inanimadas son seres sin vida y sonreí al contemplar tras la ventana la impaciencia del viento en llevarse las flores deshojadas...
Y volví a sonreír al comprobar que, todos mis pensamientos estaban intactos en la mente y podrían llegar hasta vosotros...
En la existencia humana soplan muchas clases de vientos y a menudo se llevan lo que somos o lo que tenemos...
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