Las sombras del atardecer van hilvanando la niebla, que despacio y en silencio se encarama en el verde de las ramas...
La niebla es grácil y tiene prisa en llenar todo el paisaje. Ante ella, los humanos vacilamos y perdemos los caminos...
Mientras la niebla sonríe, el motor de nuestro coche gime y ahí estamos nosotros entre esa blanca espesura, sin comprender la ternura de esa blancura...
La niebla rompe todos los moldes, no entiende de reuniones, ella sólo quiere ser una caricia...
La naturaleza tiene secretos y le gusta plasmar bocetos a expensas de los planes del hombre...
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