A veces la tranquilidad se sobresalta cuando el mecanismo del pensamiento se salta la norma de estar en silencio...
A esas horas de la noche tanto entramos en una jungla como en un desierto...
La tranquilidad deseada casi nunca encuentra espacio, porque el pensamiento llena todo nuestro espacio...
A veces el desaliento nos da tanto cansancio, que no contamos las horas, sino las derrotas de no poder contener las olas del pensamiento y es casi siempre por la noche cuando más sentimos y oímos. Por ejemplo: oímos el goteo del grifo del vecino o el llanto de un niño del último piso, pero también oímos el latido de nuestro corazón y esta es una emoción, que el pensamiento analiza con precisión...
Cuando la tranquilidad no llega, nuestro ser se subleva y ahí empieza la guerra con la intranquilidad.
No hay ningún sistema para poder huir, sólo podemos intentar resistir a las visiones interiores...