Las conversaciones insulsas son tan sosas que, si alguien no echa sal, no se pueden digerir...
La inmensa mayoría, en vez de huir, se quedan fascinados escuchando el argumento de lo insulso...
Entramos en un parque de atracciones y nos montamos en esa rueda que, sin moverse de lugar, da vueltas sin parar porque: las conversaciones siempre giran arrastrando los mismos temas y a eso se le llama; imaginación...
Ahí estamos, impasibles, inamovibles como una estatua de sal, pero sin nada de sal y mientras el bla bla continua no nos urge la prisa...
Seguimos instalados en esa rueda de feria, nos dejamos convencer por la insulsez...
En nuestro salero, poca sal metemos y en realidad, tampoco echamos mano del azúcar que es la dulzura de la vida: la ternura, el amor...
Mezclados entre la gente, las opiniones nos llegan como un torrente...
Hace falta valor para poner la sal y cambiar la trayectoria de la conversación, porque: las palabras vacías jamás convencen, ni tienen conexión de mente a mente...
¿Conversamos?