Podemos mirar pero el verdadero sentido de lo observado queda vacío. Así en una calle con tiendas uno se siente atraído por la novedad, pero en cambio no será capaz de ver el cambio de luces y sombras que se producen a cada minuto, así como tampoco notará los cambios de la mente, que se producen a cada instante y menos aún el cambiante estado de las personas y cosas.
Sin darnos cuenta vivimos anclados en nuestro propio mundo donde sólo vemos lo que queremos ver y lo que queremos sentir de nuestras luces y sombras. Miramos, como es natural nuestro interés al que yo llamaría anormal, que es como decir, que el yo es la prioridad. Así nos evitamos el esfuerzo de usar los sentidos.
Las luces y las sombras de nuestra vida son las que dirigen el estado personal y los cambios de humor y si queremos ser, hemos de superar las sombras que nos circundan. Seamos reyes o presidentes hay que usar lo que somos pero mejorado, pudiendo intercambiar las sombras por la luz.
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