Cuando amanece es fácil sentir lo difícil que es vivir y nos hace falta dar ese primer paso para que nos acerque al amanecer, donde los sonidos primitivos se escuchan nítidos y es bueno para el alma y para el cuerpo ir al encuentro del aliento del nuevo día. Es al amanecer cuando sentimos el desconcierto ante muchos silencios y el desconcierto de la oscuridad, que se aleja y la luz va creciendo y eso cuando aún nosotros estamos medio dormidos y medio despiertos.
Y ahí están, los chopos, que se ondulan bajo el viento y ese río inquieto nos presta su espejo. Existir es difícil, pero la vida siempre nos tiende un puente invisible, donde lo difícil es siempre dar un primer paso para huir de la oscuridad y es que nuestra realidad puede llevarnos a la luz de la felicidad.
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