Su sonrisa era igual que una caricia...
Y fue el pincel tembloroso el encargado de poner luz a su rostro...
Mientras el color corría por el lienzo, sus ojos languidecían...
Y sin poderlo evitar le susurré a media voz; lo mucho que la quería...
En el ocaso encendido, el tiempo se detuvo y la brisa rozó las flores de su vestido...
El ayer es, hoy, un pasado largamente evocado, en ese cuadro que, aún no he colgado...
Continuamente su rostro va y viene, me lo llevó allí en dónde estoy, o sea; ella se pasea por toda la casa...
Eso es simplemente, el amor...
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