Lo había reformado al milímetro, todos los rincones oscuros habían cobrado nueva vida, más todo y así, el gran castillo seguía siendo un lugar repleto de misterios...
El sonido de los pasos se multiplicaba y la voz humana era como eco que se expandía...
Aquel lugar tenía duende y no había forma de atraparlo...Su actual morador tuvo que aceptar a ese ser invisible y casi tangible...
En nuestra vida convivimos con multitud de duendes...
Voces interiores, ecos lejanos,, músicas evocadoras, ilusiones ópticas...Incluso en el silencio no es extraño tener que convivir con el bullicio de una calle concurrida...
Y es que, la propia vida tiene duende...
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