No había nada mejor que aquel mar, en continuo movimiento, que junto con las turbulencias de su mente, formaban un tándem perfecto...
El rumor de las olas y el sonido de su corazón eran capaces de cantar al unísono...
Su mirada, abarcaba el horizonte y su extraño mundo interior quería abarcalo todo...
En esos instantes de calma, uno se cree capaz de abarcar el infinito...
La mirada interior descubre tantos horizontes que, los ojos del cuerpo miran ya sin ver...
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