Lo relativo

En la plataforma del relativismo, igual nos elevamos o bajamos al abismo...
Esta plataforma personal , es tan movible que a veces perdemos de vista el resorte del  STOP...
Si subimos demasiado, nos inflamos, no de la presión atmosférica, sino de las quimeras que, desde las alturas, todas son perfectas...
Nuestra plataforma, carece de forma y es tan moldeable que, parece estar hecha solo de aire...
Si bajamos la mirada, no veremos nada que sea algo más que la nada...
Nuestra plataforma personal es igual a todas las máquinas, o sea: se puede romper, en cualquier momento y en vez de subir, caeremos en ese frío abismo del no tener, lo que viene a decir que: se anula nuestro ser...
No, no puede ser que; nos pongamos en plan de llorar o berrear...
Aún nos queda sal, para contar un chiste, aunque sea uno que no haga reír, aun nos queda azúcar para ser dulces y amar, aún...
Vosotros habréis de  buscar los ingredientes necesarios de uso personal  y no os olvidéis de añadir; grandes dosis de alegría...

Una fuerza invisible

Aunque nadie nos lo diga, aunque el amor se silencie, sabemos que; la ternura es lo único que hará posible la paz...
En este mundo, donde solo lo tangible nos hace vivir la vida, se olvida de lo invisible de la fuerza del amor...

La belleza del infinito

Entre las soledades del cielo y la tierra, una figura solitaria se recrea en ese abismo de secretos insondables...
Ese ser humano es, como un dios y en su mente nacen realidades que, muchos ni sueñan...
Pero este ser humano, no es un científico, ni un sabio, ni un ser de otro planeta, ni siquiera es un astrólogo es: un simple anacoreta, cuya misión es contemplar al planeta desde otra dimensión...
Su silencio, se une a los silencios de la naturaleza, desde donde le llegan, los tenues sonidos de cada estación...
En estas latitudes, donde el cielo se junta con la tierra, no hay multitudes y la vida es: solo vida plena y el oro se convierte en una moneda de escaso valor...
El viento frío puede: acariciarle, besarle, abrazarle y el manto de armiño de la nieve le lleva a sentirse un niño...
Las soledades, reposan mansas y frágiles entre el cielo y la tierra, sin que nadie se de cuenta de sus silencios y su belleza...

El verdadero valor, no tiene valor

Aunque nada o casi nada tenga el valor que se nos dice, la misma nada tiene mucho valor...
El verdadero valor está en lo que necesitamos, como por ejemplo: un clavo para colgar  un cuadro, ese clavo nos hace falta y por muchas y valiosas compras que hagamos, ese simple clavo es lo único que nos hace falta...
Nosotros mismos somos de mucho valor, un valor siempre en alza...
Mientras comparamos precios y calidades, podemos perder la noción del verdadero valor, o sea: lo que para unos sirve, para otros, no sirve...
Si vivimos en un lugar cálido y solo vamos a la nieve cada seis años, no podemos llenar el armario de abrigos acolchados...

Romper el hielo

Se suele decir que: los niños lo rompen todo y olvidamos que: los adultos somos mucho peor a la hora de romper...
Rompemos con los vínculos más entrañables, dejamos al amor; lo rompemos una y otra vez y somos tan cínicos que lo volvemos a recomponer...
Rompemos los silencios, cuando hay silencios que son sagrados y seguimos rompiendo cosas...
Somos expertos en romper, pero no sabemos romper el hielo de las tiranteces humanas...
El hielo es: duro y frío, necesita del calor para deshacerse...
Solo el verdadero calor del corazón humano será capaz de anular el intenso frío que sufre la humanidad...

Un lugar

Donde todo es: imposible, donde nada puede ser; en ese lugar insulso de la mente, todo puede suceder...
Y la mente va forjando las posibles soluciones, donde todas las opciones nos llevan a ver que, no tenemos poder para ser dioses...

La maratón de cada día

Una y otra vez nos cruzamos con rostros humanos en el paisaje urbano, pero ignoramos ese ir y venir de la aceleración ajena..
La prisa no nos deja opciones para ver: esa sonrisa que en un semáforo, se nos ofrece de forma gratuita...
La prisa es: el enemigo número uno del peatón y el conductor, del motorista y el ciclista...
Nadie ve nada que, no sea su prisa...
La efervescencia nos canta, nos insinúa, nos da la alerta, pero la prisa nubla nuestra vista...
Y en esa ola violenta por llegar adonde sea, convertimos nuestra vida en una odisea de película, por cierto, bastante ridícula...
En la prisa que nos lleva, pasamos volando bajo la arboleda...
En el coche, el derroche de la prisa, borra hasta nuestra sonrisa y la prisa se corona como: reina y señora...
Y cuando por fin llegamos, la prisa se desmorona, pero sigue estando ahí a lo lago de las horas...
Ya me diréis de que vale, eso de tanto correr...