No somos los adultos sino los niños los que sacan conclusiones de nuestras reacciones y preocupaciones y es cuando se van a la cama, en ese desierto de sábanas blancas cuando dejan caer alguna lágrima, por no habernos infundido calma...
El silencio no siempre nos vale, ni tampoco la buena cara, porque los niños saben leer en nuestra alma y puede ser, que ya no piense en su coche de carreras, solo para pensar en nuestro problema...
A menudo pasamos por alto a los observadores y analizadores y olvidamos, que convivimos con psicólogos de primera...