La vela blanca tenía alma de viajera y su vocación era alcanzar lejanías. Nadie conocía sus sueños, pero ella soñaba y ni siquiera el marinero sabía a dónde le llevaría aquella vela blanca...
Eran los dos soñadores de lejanías doradas, dónde el sol nunca se pone y el amor espera en alguna playa...
En la existencia todos somos navegantes y a lo largo de la vida nuestra vela ya no es blanca, pero somos soñadores y buscadores de lejanías doradas y llevamos resplandores en nuestra alma...
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