Eran doscientos mil los guerreros, aunque quizás fueran más...
Las gotas de lluvia, no caían, se desplomaban con toda su fuerza sobre el caminante, que impávido aguantaba el frío ataque y sonreía a los doscientos mil o más guerreros...
Hay que sonreír, porque, cuesta muy poco...
Hay que sonreír, para permanecer joven...
Hay que sonreír al leer lo que hoy he escrito...
Hay que sonreír, para saborear la alegría de vivir...
¿ Me prometes, que sonreirás?
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