Al atardecer, cuando aquella tapa se levantaba, el piano recobraba vida y sus notas se expandían...Aquel hombre, siempre improvisaba según su estado de ánimo...
Su música podía escalar montañas o descender hasta el mar...Las improvisaciones son lo mejor de la vida y suelen salir muy bien, todo es cuestión de poner la chispa del ingenio y el buen hacer...
Improvisar una merienda, por ejemplo, quizás nos haga correr de un lado a otro...
El ser humano no necesita tanto del sustento del cuerpo como de una buena conversación y agradece más una simple taza de café...
La rutina hace que, muchos vayan de estar por casa y la casa está muchas veces patas arriba...
Si tocan el timbre, ya temblamos...
No hay nada mejor que, ser como somos y estar cómo estamos o sea sin cambiar absolutamente nada del decorado personal, e improvisar, para salir al paso, una gran sonrisa, aunque tengamos ganas de llorar...
Improvisa según las circunstancias...
Suerte...
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